Nos
dirigimos a la zona de Lara, las tierras que vieron nacer a Fernán González, el
primer conde de Castilla. Son extensos campos cargados de historia. Por aquí
pasaron tribus celtas, los romanos y los visigodos. Y de la impronta que
dejaron éstos últimos vamos a visitar, la ermita de Quintanilla de las Viñas.
Tomamos
la N-234, conocida como carretera de Soria, y a la altura del Km 459 nos
encontramos el cruce que señala la población. Andamos cerca de 5 Km para llegar
al pueblo. Imponente la vista de la Peña de Lara sobre las casas de tejados
rojos y calles estrechas. Pasamos un lavadero y tomamos el camino hacia el
este. La señal indica la dirección de la ermita. Tras un corto paseo llegamos
al lugar. Aún recuerdo la primera vez que visité este lugar, allá por el año
1988, cuando las visitas eran guiadas por Jesús Vicario, hombre afable y
entusiasta por enseñar toda la zona, no solo la ermita. Hablar con él era
aprender lo que no estaba escrito, pues no era hombre de estudios, como él decía,
su sabiduría se la había aprendido de escuchar a los entendidos y por su cuenta
explorar el terreno. Después de 50 años como celador de la ermita su
experiencia era de académico. En mi librería tengo el libro que escribió,
acompañado de F. Valentín de la Cruz, y que de su mano me dedicó unas palabras.
“Vicente un enamorado del arte”
Vista exterior Dedicatiria de D. Jesús en su libro
Pero
pasemos a hablar del templo. Las primeras noticias de él la situaban de origen mozárabe
y declarada Monumento Nacional en 1929.
Su construcción se remonta a finales del siglo VII, siendo una basílica en
forma de cruz latina. Hoy en día solo se conserva la capilla mayor, estando
formada por un ábside rectangular y el transepto. Ya no está D. Jesús para
guiarte, pero sigue con entusiasmo otro joven en la misma labor. Hay que
señalar que la visita es gratuita.
Como ya se dijo anteriormente, de aquella gran basílica solo queda en pie una parte de ella, pero a sus pies se pueden ver los cimientos de lo que sería en sus orígenes y que el paso del tiempo ha contribuido a su perdida. Aún se puede observar varias tumbas cavadas en el lecho de roca que algunos quisieron ver como el enterramiento de los padres de Fernán González, D. Gonzalo y Dña. Muñadona. Lo primero que llama la atención es el bello tallado de sus piedras en todo el contorno de la ermita. Plantas y animales exóticos e imaginarios recubren los muros. Hay también inscripciones: Las letras F, A, N. L en una piedra, en otra: A,A,N,L y el otra: F,R,N,C. sin que se sepa a ciencia cierta que significan. Pero lo que más predomina son los racimos de uvas colgando de las viñas, de ahí el nombre de la ermita. El paso del tiempo no ha borrado la exquisitez de su tallado en las piedras de sillería.
A su interior se pasa por una pequeña puerta de escasa
altura, adornada por un friso tallado con los mismos adornos que encontramos en
las demás paredes. Adentro nos encontramos con lo que fue el crucero y el arco
de entrada al ábside. Es un arco de herradura de un trazado perfecto, hermoso. La
parte frontal está decorada con racimos de uvas, hojas y aves en número total
de 16. En los capiteles que soportan el arco nos encontramos representaciones
humanas y unas inscripciones: “LA HUMILDE FLAMMOLA OFRECE ESTE HUMILDE OBSEQUIO” (traducido al castellano.). El de la derecha representa al sol, como símbolo
de Cristo, con dos ángeles alados a los lados. El de la izquierda, incompleto,
representa a la luna, como símbolo de la iglesia. En el muro sobre el arco vemos otro bloque con
un Cristo Pantocrátor. Otros dos grandes bloques de piedra se encuentran
depositados dentro del ábside. En uno de ellos un personaje con corona sostiene
una cruz, rodeado de dos ángeles. En el otro bloque dos ángeles escoltan a otro
personaje con túnica. Otros dos más pequeños representan a dos personajes. Se
da la circunstancia que éstos fueron robados en el año 2004, siendo recuperados
en casa de un millonario inglés en 2019. Tras su recuperación fueron
depositados en el Museo de Burgos y tras una sentencia volverán a la ermita. Yo
cuando la visité por última vez a finales de diciembre de 2019 aún no estaban.
Nos conformamos con contemplar unas réplicas.
Es
una visita que a nadie le deja indiferente. Muy recomendable.
A
la salida el guía nos invita a un pequeño rincón, a pocos metros de distancia
desde donde se realiza la foto más espectacular, la ermita con la peña de Lara
al fondo. Todo un acierto.
Nos vamos, pero seguro que volveremos.
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Aún recuerdo recoger en mi coche a Jesús en el pueblo y comenzar la visita en el propio coche de camino a la ermita...Muchas gracias por llevarnos en esta ocasión a esta joya de la cultura española y por recordar al entrañable paisanaje, tan bien representado por Jesús Vicario
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