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martes, 23 de junio de 2020

ESPEJA DE SAN MARCELINO (SORIA)

ESPEJA DE SAN MARCELINO (SORIA)

 

Nuestra ruta nos dirige a Espeja de San Marcelino, un pequeño pueblo soriano con poco menos de 60 habitantes. Para llegar  desde Soria se toma la N-234, dirección Burgos hasta San Leonardo de Yagüe, y de allí nos llevará otra carretera hasta Espeja pasando por Santa María de las Hoyas. Desde Burgos cogemos la misma Nacional y pasando Salas de los Infantes, a unos doce Km. se coge el cruce a mano derecha que indica Huerta de Rey. Una vez en este último pueblo se coge carretera La Hinojosa que nos lleva a Espeja. La carretera transcurre entre  campos de cultivo hasta la misma entrada al pueblo, pasando la población de La Hinojosa.

El nombre de Espeja, según los estudiosos, proviene del latín “Spelia” que viene a significar atalaya o torre de vigilancia. El apellido de San Marcelino le viene del desaparecido convento de Los Jerónimos, en la población cercana de Guijosa, ya que en él se encontraban las reliquias de San Marcelino, y al desaparecer el convento se trasladaron los huesos a la iglesia parroquial de Espeja.  El primer documento donde se cita la población es el año 1030 como parte del Alfoz de Clunia.




La iglesia del pueblo no tiene una arquitectura a destacar, salvo el muro sur de estilo gótico. Suponemos que a lo largo de los siglos ha sufrido numerosas transformaciones. En su interior se conserva una bonita pila bautismal. En el pueblo también se encuentra un antiguo rollo junto a la iglesia. Data de cuando en 1653 adquirió el título  de villa otorgado por el rey Felipe IV, lo que le permitía juzgar todas las causas civiles y criminales. La curiosidad que vimos en este monolito es que estaba adornado en lo más alto con unos collares de cascaras de huevo. Luego nos enteramos que durante la celebración de las “Marzas” por los jóvenes del pueblo, suelen acabar la fiesta, y debe ser tradición, con una cena de huevos fritos que tras acabar el condumio realizan unos collares para colgarlos del rollo.





 Pero lo que nos ha traído al pueblo es a contemplar el cañón del río Espeja. Nos adentramos primero por un camino a mano izquierda antes de la entrada a la población, señalado como vía ferrata en un cartel de madera. El sendero se inclina hacia arriba en un pequeño tramo hasta llegar al cañón. La vista es espectacular y si miras al cielo se contemplan volar a los buitres y un par de alimoches, especie esta última, difícil de ver en otros parajes por su escasez.  El cañón lo ha horadado el río Espeja, provocando en épocas de grandes lluvias sonoros rápidos. Aquí se señala el comienzo de la vía ferrata. Después de las pertinentes fotografías, retomamos el camino andado y nos dirigimos al pueblo. En él buscamos la carretera que nos lleva a la “Pasarela de Espeja”, un lugar bien señalizado. Antes de subir a la “pasarela” nos dirigimos al “puente antiguo” que se sitúa a pocos metros y que es la entrada natural del río al cañón y donde acaba la vía ferrata que antes vimos. La construcción del puente es muy curiosa, con una estructura de lajas anchas de piedra,  formando un solo ojo. Tiene pinta de ser un puente medieval. La estampa con la entrada al cañón es digna de ver.



La subida a la pasarela es corta y de fácil acceso. Es una estructura de hierro que sobrevuela el tajo sobre las rocas y desde donde se ve el profundo cañón. Nos recuerda un poco al cañón de  “La Yecla” en Santo Domingo de Silos, con la diferencia de que este no se puede atravesar andando. La tranquilidad que se respira es abrumadora, solo rota por el sonido del río al caer a una gran poza desde una cascada, que en época de deshielos o lluvias tiene que ser atronador.







Una pequeña ruta  para recordar y volver en otra época del año. Un paraje desconocido para muchos y que es digno de visitar y disfrutar.

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