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martes, 23 de junio de 2020

CABEZÓN DE LA SIERRA (BURGOS)

CABEZÓN DE LA SIERRA. (BURGOS) Un pueblo con mucho encanto


Nos dirigimos a Cabezón de la Sierra, un pueblo burgalés de apenas 40 habitantes. Para llegar a Cabezón de la Sierra  desde Soria se coge la N-234 hasta el Km. 427, donde nos encontramos el cruce que nos dirige al pueblo. Desde Burgos se coge la misma carretera y nos desviamos en el mismo punto kilométrico. Desde el cruce hasta la población, el camino discurre por una carretera estrecha rodeada de robles, varios con mucho porte y centenarios. Las vistas te pueden despistar de la carretera. Cabezón de la Sierra  tiene documentada su origen en 1166, según el Cartulario de Arlanza, y su nombre vendría a significar “montículo”, según los estudiosos. Aunque por los vestigios de despoblados creemos que es anterior a esa fecha y se situaría en la época de la repoblación castellana.

Antes de entrar en Cabezón de La Sierra  nos detenemos en la ermita del Santo Cristo, una bella construcción muy bien conservada y restaurada, donde en Pascua de Pentecostés se celebra una romería. Conserva un curioso retablo con un Cristo arrodillado. Éste retablo tiene la particularidad de unas cortinas que lo cierran. Los vecinos lo hacían cuando preveían temporales para evitar males a los campos.

Desde la ermita sale un camino que nos dirige al Calvario y la Peña de los Sepulcros, donde hay tumbas antropomorfas altomedievales. Las sepulturas van desde los 80 a los  190cm. Desde aquí las vistas son espectaculares. Merece la pena detenerse a contemplar el paisaje.





Interior de la ermita
Retablo con el cristo arrodillado  y curiosa peana de piedra para colocar los cirios.

A la vuelta a la carretera la vista nos dirige a la antigua estación de tren del desaparecido Santander-Mediterráneo. Las ruinas que se levantan nos recuerda el sueño de toda esta comarca por estar bien comunicada y que la desidia de los políticos echó al traste en 1984. Aún se puede caminar por dentro de las dependencias e imaginarte el trajín y las esperas de los vecinos en su sueño de montar en el tren. El trayecto de Burgos a Cabezón de la Sierra  se inauguró el 13 de agosto de 1927 y el tramo desde aquí a Soria en 1929.  El letrero esmaltado con el nombre de Cabezón de la Sierra sigue colgado de la pared. Me viene a la memoria que en este tramo ferroviario se rodó la película “Las Petroleras”, protagonizada por Brigitte Bardot y Claudia Cardinale en 1971 y donde seguro trabajó de extra algún vecino del pueblo.




Nos adentramos en el pueblo, con unas calles muy bien adecentadas. Nada más entrar vemos una típica chimenea serrana, de las llamadas “encestadas”, de las que ya quedan pocas en toda la Sierra.  De camino a ver la iglesia nos encontramos, bajo ella, una calle muy bien adornada con aparejos labriegos y otros elementos. Entre ellos sobresalen dos árboles fósiles de los varios encontrados en la zona. Son árboles del Cretácico de hace 120 millones de años. El exterior de la iglesia se reconstruyó en los años sesenta del siglo pasado al derrumbarse la anterior. De la antigua se han conservado retablos, la pila bautismal y alguna que otra imagen. En la parte derecha del edificio actual se ve el solar que ocupó la derruida.





El paseo nos lleva hasta el rollo jurisdiccional, aquel que Camilo José Cela menciona en su obra “Judíos, moros y cristianos” escrito en 1979. Este rollo es del siglo XVIII y está formado por una columna rematada por una bola. Este pueblo perteneció al señorío de los duques de Veragua, quien pleiteó con Hacinas por temas jurisdiccionales.




Retablo mayor de la iglesia, pila románica y estelas funerarias en un muro


Vista de la iglesia y picota

El camino nos dirige a las afueras del pueblo, tras pasar un pequeño arroyo por encima de un rudimentario puente, llegamos a una peña en cuya base hay una fuente y un lavadero. Detrás nos encontramos una oquedad cuyo letrero informativo indica “Refugio de los Componedores”. Curioso este oficio hoy desaparecido y que era ejercido por hojalateros ambulantes que recorrían los pueblos arreglando los cacharros metálicos como baldes y calderos y también arreglaban paraguas. Desde este punto nos señala la antigua fragua, que no vimos, pero si un potro de herrar en perfectas condiciones, que imaginamos sea una réplica de uno anterior.

Ya de vuelta nos atendió Esperanza, la alcaldesa, que muy amablemente nos atendió y nos explicó cosas del pueblo. Seguido nos presentó a Mariano, que según ella es el que más sabe del pueblo. Es un hombre afable y sus palabras son una enciclopédia del pueblo. Además nos enseñó su pequeño, pero completo museo. En él guarda aperos de labranza, recuerdos del desaparecido tren Santander-Mediterráneo, zapatos y hormas, alpargatas, almadreñas y una espectacular rueda de carro de las de antaño, de las que eran enteras de madera, sin nada de metal.   





Mariano en su pequeño museo 






En definitiva una visita interesante que nos ha hecho disfrutar del pueblo y sus paisajes y que recomiendo a todos.

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