CALATAÑAZOR, (SORIA) “DONDE PERDIÓ EL TAMBOR ALMANZOR”
UNA
ESCAPADA DE UN DÍA POR CALATAÑAZOR Y CABREJAS DEL PINAR
Como ya comentamos en un blog anterior La Fuentona en
esta zona hay mucho que ver y disfrutar en una escapada de un día. Nos
desplazamos por la N-234 hasta el cruce de Cabrejas del Pinar y desde allí
cogemos la carretera que nos lleva a Calatañazor. A la vuelta pararemos en
Cabrejas.
Castillo de Calatañazor
Una calle estrecha y empinada de canto rodado es su arteria principal. Sus casas han perdurado con la arquitectura medieval, con edificios de dos plantas, la baja de mampostería tosca y la de arriba de adobe con entramados de madera de sabina o ladrillo árabe. Los tejados conservan la típica chimenea cónica encestada, realizada con entramado de ramas y cubiertas de barro para luego recubrirlas de teja. Destacan los soportales de alguna vivienda con vigas de sabina. Todo ello muy bien conservado o restaurado.
Ermita de La Soledad y calles de Calatañazor
Seguimos nuestra ruta hasta Cabrejas del Pinar. La carretera discurre entre sabinas, carrasca y algún enebro. En lo alto del páramo nos detenemos en el mirador “El Mirón”, un cartel nos invita a ello. Buenas vistas de Calatañazor y su entorno. Seguimos viaje y a poca distancia otro cartel nos indica “Sima del Gato”, nos paramos. Está a pocos metros de la carretera. Una valla de madera protege de las caídas. Es un pozo kárstico de unos 8m. de profundidad. El letrero nos dice que durante años se utilizó como basurero por los vecinos. Hoy se ha limpiado y puesto en valor.
Ya bajado del páramo otro cartel nos indica que a la izquierda se encuentra un molino harinero. Ésta vez no nos paramos. Llegamos a Cabrejas del Pinar. Lo primero que se ve son los restos de su castillo en lo alto de una loma, justo encima del pueblo.
Desde el primer momento se aprecia que Cabrejas del Pinar ha sido un pueblo prospero. Tiene buenas casas y la iglesia sobresale entre ellas. Tiene el título de San Millán de la Cogolla.
Construida en el siglo XVIII de estilo barroco, sobre otra anterior de estilo románico que quedó asolada en un incendio ocurrido en 1734. Éste fue el primero de tres incendios que sufrió el pueblo, el más importante el de 1872, que devastó el pueblo. Volviendo a la iglesia, está construida en sillería en forma de cruz latina, con alta torre de tres cuerpos. Su portada la adornan dos columnas salomónicas. En su interior se pueden contemplar varios retablos barrocos y una pila bautismal románica muy decorada, posiblemente perteneciente a la anterior iglesia. Seguimos de paseo por las calles y tras pasar por el rollo jurisdiccional de piedra, preguntamos a un vecino como subir mejor al castillo. Muy amablemente nos indicó, pero para sorpresa nuestra nos invitó a su casa a que viésemos su pequeño museo. De nombre Saturnino Gil, conocido por “Cachi”. Como hemos dicho su casa es un museo, un gran museo de la artesanía en madera de sabina: bastones, colgadores, mesas, botelleros y un sinfín de cosas hechas a mano por éste hombre de 80 años. Él nos cuenta la vida del pueblo, de como con la industrialización los vecinos emigraron a las ciudades, de haber antes rebaños de 2.000 cabezas, de más de cien carretas cuando pertenecía a la Real Cabaña de Carreteros, de cómo se pasaba él de sol a sol en el campo acarreando una yunta de bueyes ayudando a su padre. En un rato que estuvimos con él por su boca narró toda una vida de lucha. Escuchando a estas personas es aprender de cómo nuestros mayores han llegado hasta nosotros con una gran carga sobre los hombros, donde nadie les ha dado nada y lo que tienen se lo han ganado ellos. Nos despedimos tras regalarnos unas setas de colmenilla, muy abundantes en la zona al igual que otros tipos de hongos y setas. Desde éstas líneas gracias “Cachi”.
Subimos al castillo. Lo realizamos por donde se encuentra la Atalaya, una torre circular que es la construcción más antigua del castillo. Se remonta al siglo XI, en época de reconquista. Se encuentra al este de la otra fortificación. Lo que queda del castillo son los restos de lo que se edificó en el siglo XIV. Los muros de la torre de homenaje y cuatro o cinco muros más con dos puertas de entrada. Desde el castillo salía la muralla que rodeaba el pueblo, de la cual aún se ve algún vestigio junto a la carretera.
Una sorpresa nos encontramos a la salida del pueblo; debajo de un cobertizo vimos una antigua bomba de agua muy bien conservada, de las que se utilizaban en el siglo XIX y principios del XX para apagar los fuegos. Seguro que esta se utilizó en el último incendio de Cabrejas del Pinar en 1872.
Ya en la N-234, camino de
Burgos, y junto a la carretera contemplamos la ermita de Santa Ana, mandada
edificar por un “indiano” del pueblo. Resalta por su gran magnitud y por la
soledad del paraje.
Recomendable esta ruta para
toda la familia.
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